EXPERIENCIA EN
CAÑO CRISTALES




Salí desde Bogotá a las 8:00 p.m. vía terrestre con destino a San José del Guaviare. En un viaje de más de 7 horas, llegué a las 5:00 a.m. del siguiente día. Luego de descansar 1 hora, tomar un baño y desayunar, me dirigí hacia el puerto donde salían las lanchas con destino al municipio de La Macarena, en el Departamento del Meta.
Después de casi 8 horas de viaje por el Río Guayabero, logré llegar a la Macarena. Mi día termina muy temprano (7.00 p.m.) cansada y sin querer saber nada más del Río Guayabero.
Con grandes expectativas nos recibió Ángela, nuestra guía durante la estadía en la Macarena. Mientras estaba en la capacitación por parte de la agencia de turismo, Ángela preparaba la lista de asistencia junto con los brazaletes para el ingreso a los diferentes lugares que visitaríamos.
El camino para llegar al río de los 5 colores, de los cuales solo pude ver 1 porque no había llovido durante meses, fue realmente exhausto.
Junto con el grupo de turistas nos adentramos en la Selva rumbo al caño, caminamos por casi tres horas donde pasamos por diferentes puntos que hacían parte del recorrido como Los Cuarzos, El Tapete, Caño Escondido y los 8.
Resultaría inútil intentar describir todo lo visto en estos lugares porque además de los múltiples colores de las plantas acuáticas (Macarena Clavijera) también hay caídas de agua sobre rocas, cuevas y muchos lugares para nadar en aguas cristalinas.
Luego de una noche de parrando llanero, con mucha carne y con un excelente grupo de joropo, nos alistamos a ver las toninas en el Río Guayabero.
Desde muy temprano, me dispuse a ver a las toninas con el temor y la gran posibilidad de no verlas tan cerca como quería pues habían muchas lanchas por lo tanto más personas y más ruido.
Después de 20 minutos de espera, las toninas empezaron a hacer sus primeros ruidos. 10 minutos después las pude ver al lado de la lancha y así, tuve un maravilloso espectáculo de 20 minutos.
Luego del avistamiento de toninas, estuvimos compartiendo con familias locales que se involucraron en el desarrollo de la prestación de servicios de Turismo. Hacía parte de esto, almorzar con los miembros de la familia y montar a caballo mientras hacíamos el recorrido por las fincas.
Al finalizar la jornada y antes de salir de una de las fincas, escuchamos el maullido de un gato, gato que más tarde se convertiría en el “cómo voy a lograr subirlo al avión y llevarlo a Bogotá sin vacunas y sin guacal”.
Y así termina mi experiencia en este hermoso y único lugar de nuestro país, con un gato dentro de mi maleta y con imágenes en mi memoria de cada lugar visitado.
Animo a cada lector a realizar este viaje, porque juro que cada picadura de cada animal, ¡valió la pena!
EXPERIENCIA EN
CAÑO CRISTALES




Salí desde Bogotá a las 8:00 p.m. vía terrestre con destino a San José del Guaviare. En un viaje de más de 7 horas, llegué a las 5:00 a.m. del siguiente día. Luego de descansar 1 hora, tomar un baño y desayunar, me dirigí hacia el puerto donde salían las lanchas con destino al municipio de La Macarena, en el Departamento del Meta.
Después de casi 8 horas de viaje por el Río Guayabero, logré llegar a la Macarena. Mi día termina muy temprano (7.00 p.m.) cansada y sin querer saber nada más del Río Guayabero.
Con grandes expectativas nos recibió Ángela, nuestra guía durante la estadía en la Macarena. Mientras estaba en la capacitación por parte de la agencia de turismo, Ángela preparaba la lista de asistencia junto con los brazaletes para el ingreso a los diferentes lugares que visitaríamos.
El camino para llegar al río de los 5 colores, de los cuales solo pude ver 1 porque no había llovido durante meses, fue realmente exhausto.
Junto con el grupo de turistas nos adentramos en la Selva rumbo al caño, caminamos por casi tres horas donde pasamos por diferentes puntos que hacían parte del recorrido como Los Cuarzos, El Tapete, Caño Escondido y los 8.
Resultaría inútil intentar describir todo lo visto en estos lugares porque además de los múltiples colores de las plantas acuáticas (Macarena Clavijera) también hay caídas de agua sobre rocas, cuevas y muchos lugares para nadar en aguas cristalinas.
Luego de una noche de parrando llanero, con mucha carne y con un excelente grupo de joropo, nos alistamos a ver las toninas en el Río Guayabero.
Desde muy temprano, me dispuse a ver a las toninas con el temor y la gran posibilidad de no verlas tan cerca como quería pues habían muchas lanchas por lo tanto más personas y más ruido.
Después de 20 minutos de espera, las toninas empezaron a hacer sus primeros ruidos. 10 minutos después las pude ver al lado de la lancha y así, tuve un maravilloso espectáculo de 20 minutos.
Luego del avistamiento de toninas, estuvimos compartiendo con familias locales que se involucraron en el desarrollo de la prestación de servicios de Turismo. Hacía parte de esto, almorzar con los miembros de la familia y montar a caballo mientras hacíamos el recorrido por las fincas.
Al finalizar la jornada y antes de salir de una de las fincas, escuchamos el maullido de un gato, gato que más tarde se convertiría en el “cómo voy a lograr subirlo al avión y llevarlo a Bogotá sin vacunas y sin guacal”.
Y así termina mi experiencia en este hermoso y único lugar de nuestro país, con un gato dentro de mi maleta y con imágenes en mi memoria de cada lugar visitado.
Animo a cada lector a realizar este viaje, porque juro que cada picadura de cada animal, ¡valió la pena!
EXPERIENCIA EN
CAÑO CRISTALES




Salí desde Bogotá a las 8:00 p.m. vía terrestre con destino a San José del Guaviare. En un viaje de más de 7 horas, llegué a las 5:00 a.m. del siguiente día. Luego de descansar 1 hora, tomar un baño y desayunar, me dirigí hacia el puerto donde salían las lanchas con destino al municipio de La Macarena, en el Departamento del Meta.
Después de casi 8 horas de viaje por el Río Guayabero, logré llegar a la Macarena. Mi día termina muy temprano (7.00 p.m.) cansada y sin querer saber nada más del Río Guayabero.
Con grandes expectativas nos recibió Ángela, nuestra guía durante la estadía en la Macarena. Mientras estaba en la capacitación por parte de la agencia de turismo, Ángela preparaba la lista de asistencia junto con los brazaletes para el ingreso a los diferentes lugares que visitaríamos.
El camino para llegar al río de los 5 colores, de los cuales solo pude ver 1 porque no había llovido durante meses, fue realmente exhausto.
Junto con el grupo de turistas nos adentramos en la Selva rumbo al caño, caminamos por casi tres horas donde pasamos por diferentes puntos que hacían parte del recorrido como Los Cuarzos, El Tapete, Caño Escondido y los 8.
Resultaría inútil intentar describir todo lo visto en estos lugares porque además de los múltiples colores de las plantas acuáticas (Macarena Clavijera) también hay caídas de agua sobre rocas, cuevas y muchos lugares para nadar en aguas cristalinas.
Luego de una noche de parrando llanero, con mucha carne y con un excelente grupo de joropo, nos alistamos a ver las toninas en el Río Guayabero.
Desde muy temprano, me dispuse a ver a las toninas con el temor y la gran posibilidad de no verlas tan cerca como quería pues habían muchas lanchas por lo tanto más personas y más ruido.
Después de 20 minutos de espera, las toninas empezaron a hacer sus primeros ruidos. 10 minutos después las pude ver al lado de la lancha y así, tuve un maravilloso espectáculo de 20 minutos.
Luego del avistamiento de toninas, estuvimos compartiendo con familias locales que se involucraron en el desarrollo de la prestación de servicios de Turismo. Hacía parte de esto, almorzar con los miembros de la familia y montar a caballo mientras hacíamos el recorrido por las fincas.
Al finalizar la jornada y antes de salir de una de las fincas, escuchamos el maullido de un gato, gato que más tarde se convertiría en el “cómo voy a lograr subirlo al avión y llevarlo a Bogotá sin vacunas y sin guacal”.
Y así termina mi experiencia en este hermoso y único lugar de nuestro país, con un gato dentro de mi maleta y con imágenes en mi memoria de cada lugar visitado.
Animo a cada lector a realizar este viaje, porque juro que cada picadura de cada animal, ¡valió la pena!