LA ESQUINA

Arquitecta Vanessa García
Autora: Vanessa García Otero

Una moto cruza el semáforo en rojo y por escasos milímetros se salva de arrastrar al hombre que, sorprendido, ha tenido que correr en mitad del camino entre la droguería La Rebaja y la acera de en frente, no sin recordarle la querida señora madre al motociclista en el proceso.

Una vez en la otra acera, y con la rabia a flor de piel, se dirige al D1 dónde el hombre que se hace en la entrada le abre la puerta al saludarlo y él le responde tirándosela en la cara. El hombre en la puerta no se desconcierta por la reacción, de algún modo ya se ha acostumbrado a ser ignorado, a la condescendencia y hasta al irrespeto. No obstante, mantiene la sonrisa y los buenos modales, así que cuando una mujer se acerca a la puerta de salida, él la abre para ella y la saluda con unas “Buenas noches señorita, cualquier moneda, cualquier ayuda…”

La mujer sigue derecho y en tono muy suave dice “gracias” y toma con más fuerza su bolsa reutilizable, que sagradamente lleva al comprar para no usar bolsas plásticas, mientras descaradamente bota la factura en el andén. Camina a paso ligero y con cara de amargura y rabia fingida, escudo infalible contra idiotas en la calle, y así habría seguido si no fuera por el hombrecito rojo estático encendido en el semáforo.

A diferencia de ella, que se detuvo, un joven en bicicleta siguió de largo, provocando los pitos y frenazos en seco de los carros que cruzaban y llevándose por delante a dos peatones en el otro lado de la calle. Este joven en realidad no piensa que esté haciendo nada indebido, cree fielmente que su comportamiento es irreprochable y totalmente justificado por la plaquita que le ha puesto a su bicicleta en la parta de atrás, esa en la que reza “Un carro menos”.

El semáforo cambia de rojo a amarillo y de amarillo a verde, es ahora el momento en el cruzarán los autos que van de norte a sur. Un bus del Sitp arranca primero y se atraviesa impetuosamente para cambiar de carril, bruscamente ha sacudido a los pasajeros en su interior, quienes no lo bajan de “Viejo atarbán*”, cosa que no le interesa al señor conductor, pues lleva toda su vida conduciendo busetas en esta ciudad y siendo igual de viejo e igual de atarbán.

Tras el sacudón, una señora se apresura a tocar el timbre para bajar en la siguiente parada, un poco más allá del cruce, y ahora camina hacia la esquina donde habría querido que el bus la dejara. Ante los locales ya cerrados y el pobre alumbrado público, la frutería aún abierta brilla con luz propia, ella se detiene un momento frente a esta y ante el amable “O compra o se larga” del señor propietario, continúa su camino. Al señor propietario poco le importa la forma en la que se comporta y lleva su negocio, sabe que de todas formas siempre van a comprarle, siempre venderá, esa es la magia de la esquina.

*Siéntase libre de cambiar la palabra atarbán por su insulto de preferencia.

Enero 30 de 2019

LA ESQUINA

Enero 30 de 2019
Arquitecta Vanessa García
Autora: Vanessa García Otero

Una moto cruza el semáforo en rojo y por escasos milímetros se salva de arrastrar al hombre que, sorprendido, ha tenido que correr en mitad del camino entre la droguería La Rebaja y la acera de en frente, no sin recordarle la querida señora madre al motociclista en el proceso.

Una vez en la otra acera, y con la rabia a flor de piel, se dirige al D1 dónde el hombre que se hace en la entrada le abre la puerta al saludarlo y él le responde tirándosela en la cara. El hombre en la puerta no se desconcierta por la reacción, de algún modo ya se ha acostumbrado a ser ignorado, a la condescendencia y hasta al irrespeto. No obstante, mantiene la sonrisa y los buenos modales, así que cuando una mujer se acerca a la puerta de salida, él la abre para ella y la saluda con unas “Buenas noches señorita, cualquier moneda, cualquier ayuda…”

La mujer sigue derecho y en tono muy suave dice “gracias” y toma con más fuerza su bolsa reutilizable, que sagradamente lleva al comprar para no usar bolsas plásticas, mientras descaradamente bota la factura en el andén. Camina a paso ligero y con cara de amargura y rabia fingida, escudo infalible contra idiotas en la calle, y así habría seguido si no fuera por el hombrecito rojo estático encendido en el semáforo.

A diferencia de ella, que se detuvo, un joven en bicicleta siguió de largo, provocando los pitos y frenazos en seco de los carros que cruzaban y llevándose por delante a dos peatones en el otro lado de la calle. Este joven en realidad no piensa que esté haciendo nada indebido, cree fielmente que su comportamiento es irreprochable y totalmente justificado por la plaquita que le ha puesto a su bicicleta en la parta de atrás, esa en la que reza “Un carro menos”.

El semáforo cambia de rojo a amarillo y de amarillo a verde, es ahora el momento en el cruzarán los autos que van de norte a sur. Un bus del Sitp arranca primero y se atraviesa impetuosamente para cambiar de carril, bruscamente ha sacudido a los pasajeros en su interior, quienes no lo bajan de “Viejo atarbán*”, cosa que no le interesa al señor conductor, pues lleva toda su vida conduciendo busetas en esta ciudad y siendo igual de viejo e igual de atarbán.

Tras el sacudón, una señora se apresura a tocar el timbre para bajar en la siguiente parada, un poco más allá del cruce, y ahora camina hacia la esquina donde habría querido que el bus la dejara. Ante los locales ya cerrados y el pobre alumbrado público, la frutería aún abierta brilla con luz propia, ella se detiene un momento frente a esta y ante el amable “O compra o se larga” del señor propietario, continúa su camino. Al señor propietario poco le importa la forma en la que se comporta y lleva su negocio, sabe que de todas formas siempre van a comprarle, siempre venderá, esa es la magia de la esquina.

*Siéntase libre de cambiar la palabra atarbán por su insulto de preferencia.

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